lunes, 14 de enero de 2008

Desfile Fachopanista

El pasado jueves Perro Mimo salió de su casa inflable, se puso los zapatos con la lengua de fuera. "No esperaba nada, sólo salí a dar la vuelta", me dijo después, en el café del atardecer. Olvidó peinarse el rabo, pero se lamió las patas delanteras, tal vez Jas anduviera en la calle también. Una fría caminata le esperaba, pero el viento no fue tan gélido sino hasta que dobló la calle Juárez para tomar Dr. Hierro. Una masa negra, que al acercarse cambiaría a un azul negrusco y pantanoso, llegó a la mirada del can inquieto con la vehemencia de un ciego. Uno, dos, uno, dos, gritaba un multitudinario canto que se disolvía con cada bota sobre la piedra. Uniformadas, las voces de la nueva intolerancia tomaron las calles del Centro Histórico de la ciudad (patrimonio cultural de la humanidad), el canino descuidado alzó la oreja y escuchó las botas de los cientos de elementos que forman nuestra policía municipal, sonaban a himno marcial, a ecos de bestial automatismo; los gritos de guerra sólo maquillan la desesperación oficial, pensó Perro Mimo al recordar algo y echar un vistazo en su bolsillo: Vienen por mí, no debí salir con estas bolsas de té. Perro estuvo a punto de correr, nunca lo alcanzarían, pero vio una cara conocida. La rabieta en la boca del idiota comandante provocó la reflexión instintiva: echó una firma en la esquina y se dijo: Es jueves, mediodía, Zacatecas, frontera mesoamericana, y se echó a reir mientras el nuevo gobierno panista de la capital de cantera platinada se manda mensajes a sí mismo y sin saber qué significan.



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