martes, 22 de enero de 2008

The shield: Al margen de la ley


Se despierta Perro Mimo entre sábanas de celulosa, si pudiera se fumaría el mismo, dice una vecina puritana desde la ventana. Se sacude un poco, de abajo a arriba. Un poco de tele, alcanza el control con la pata izquierda, la más maltratada desde que su memoria se coció en aquella cueva del cerro de La Bufa. Es de madrugada y el can incontinente no encuentra nada interesante en la pantalla, ni siquiera divertido. Espera, qué era eso que pasó. Otra serie de policías, reponde la molesta conciencia canina desde la oreja derecha. Bueno, después de CSI (los tres), de La Ley y el Orden y el vendaval de series policiacas, no creo que pasé nada sorprendente. Sorprendentemente el dedo de Perro Mimo se niega a cambiar de canal (AXN). Los personajes, en especial Vic Mackey, no son los ñoños en armadura de moral que siempre atrapan al malo gracias a su inteligencia y razonamiento, sino que los escritores los dotan de matices. Se puede ver al héroe (Vic: Michael Chiklis) ayudando a los dealers para poder encerrar a otros, planeando robos, asesinando a compañeros policías que lo traicionan, haciendo migas con prostis heroinomanas, etc. Además, esta serie no se queda en otra serie policial, arguye el can meticuloso, sino que tiene tonos políticos, de drama, de acción, de comedia y hasta sicológicos. En la cuarta temporada de la serie actúan Gen Close y Forrest Witaker, los cuales le dan más calidad al programa. También es de admirar el trabajo de las cámaras, la fotografía y la consistencia de los escritores. Sale los miércoles a las 11 en AXN.
Perro Mimo manda un ladrido a su creador Shawn Ryan, quien le hizo mover el rabo de expectación. Gracias a él la bestia peluda pudo dormir intranquilamente.
PD: Siempre resulta interesante ver a un detective llorando después de que atrapó a un serial killer sicoanalista.



viernes, 18 de enero de 2008

Parábolas de borrachos, dulces parábolas de borrachos

Se alejó un poco del mundo, se depsidió de sus amigos, casi todos pulgas y otros bichos de callejón. Se disparó Perro Mimo lo más lejos de aquí. Pero pronto regresó, solo, sólo regresó. Escuchó en la calle su nombre algunas veces, cuando algo de su rencor por el mundo fue impreso en un periódico local. Caminaba orgulloso, con el lomo mal peinado, con la sonrisa escondida, cuando vio a una conocida, compañera de celda en esa univesidad desaparecida. Un saludo y una olfateada hicieron falta para reconocerse, para quedar deslumbrado otra vez por esos faros verdes metidos en su cara. Una comida. ¿Sí?. El miércoles. Ahí estaré. El can estaba decidido antes de ir a enterrar el hueso en la orilla del Parque de la Plata: Voy a ir a esa comida, me dijo el martes en la mañana, y me aclaró: A ti Emiliano no te invito porque siempre te aburres con la gente. Fue solo el chuco desilachado, se puso su mejor traje de enfermo infeccioso para recordar viejos tiempos. Buena comida, buena bebida, brindis por la nueva Maestra en Cualquier Cosa. Salud por Marquesita, se merece un nuevo título, se merece que sus antiguos compañeros de celda nos bebamos su tequila, sus cervezas y su whisky. Amores, recuerdos, grilla política, desilusiones, falsas promesas, gruñidos y remedos de risas: todo volvió a ser como antes por un momento, pero ella no, Seli no podía dejar de ver a sus dos hijas, y el Perro M. gritando y queriendo impresionar, como siempre. Seli se veía sola entre ellos, a pesar de que nunca ha estado más acompañada: viene la tercera o el tercero, y todo cambia ahora, cuando el can canoso llega al baño, afortunadamente, y su estómago desprecia una y otra vez lo ingerido, pero jamás el placer de irse cada vez más lejos.

martes, 15 de enero de 2008

Dos Pelis: Diferencia entre emoción y sentimentalismo

En una tarde no lluviosa pero con vendavales colgados de las ventanas y los postes de luz, Perro Mimo quiso olvidar el aroma inevitable de la calle, entonces se quedó prendado en su casa, en su sillón verde con huequitos definidos. Encontró en la tienda de la esquina de El Corsario dos películas: Luz Silenciosa y Cosas que se perdieron en el camino. Decidió el can desolado sentarse en sus cuatro patas de expectación para un anochecer campestre. La primera, dorigida por el mexicano Carlos Reygadas, resultó una joya bien pulida, que despertó hasta a las pulgas del rabo. Los paisajes por los que deambula la cámara cuentan la historia de Johan, enamorado de dos mujeres. La fotografía es un narrador más que describe el impasible carácter de un hombre atrapado entre su destino y su responsabilidad. El fotógrafo Alexis Zabé comparte la dichosa gracia de entrelazar las imágenes con el desarrollo de la historia, lo cual funde el horizonte entre lo narrativo y la mera narración. La segunda película es un intento hollywoodense por hacer derramar lágrimas al espectador. Cuenta la historia de una viuda (Halle Berry) que ayuda al mejor amigo del muerto a dejar las drogas. No podían faltar los dos pequeños huerfanitos para amarrar el nudo en la garganta. La falta de sutileza para contar la historia hizo a Perro Mimo soltar un ladrido-carcajada en lugar del esperado aullido. Lo rescatable es la preciosa Halle, quien provocó más de un gemido un rápido movimiento del rabo.


lunes, 14 de enero de 2008

Desfile Fachopanista

El pasado jueves Perro Mimo salió de su casa inflable, se puso los zapatos con la lengua de fuera. "No esperaba nada, sólo salí a dar la vuelta", me dijo después, en el café del atardecer. Olvidó peinarse el rabo, pero se lamió las patas delanteras, tal vez Jas anduviera en la calle también. Una fría caminata le esperaba, pero el viento no fue tan gélido sino hasta que dobló la calle Juárez para tomar Dr. Hierro. Una masa negra, que al acercarse cambiaría a un azul negrusco y pantanoso, llegó a la mirada del can inquieto con la vehemencia de un ciego. Uno, dos, uno, dos, gritaba un multitudinario canto que se disolvía con cada bota sobre la piedra. Uniformadas, las voces de la nueva intolerancia tomaron las calles del Centro Histórico de la ciudad (patrimonio cultural de la humanidad), el canino descuidado alzó la oreja y escuchó las botas de los cientos de elementos que forman nuestra policía municipal, sonaban a himno marcial, a ecos de bestial automatismo; los gritos de guerra sólo maquillan la desesperación oficial, pensó Perro Mimo al recordar algo y echar un vistazo en su bolsillo: Vienen por mí, no debí salir con estas bolsas de té. Perro estuvo a punto de correr, nunca lo alcanzarían, pero vio una cara conocida. La rabieta en la boca del idiota comandante provocó la reflexión instintiva: echó una firma en la esquina y se dijo: Es jueves, mediodía, Zacatecas, frontera mesoamericana, y se echó a reir mientras el nuevo gobierno panista de la capital de cantera platinada se manda mensajes a sí mismo y sin saber qué significan.