jueves, 20 de marzo de 2008

Con las patas dobladas

Se avecina una tormenta, el viento desparrama los peinados de las señoras pero nunca de las emos, que ya no quieren esconderse y las piedras vuelan sobre sus cabezas. El perro zacatecano despabila y se para de su silla clavada en medio de la sala. El vendaval trae consigo la noticia: "Comenzó la Semana Cultural". Otra semana de excesos pero ahora tienen un motivo y un falaz sentido de que algo se mueve por ahí. Con las patas aún mojadas por el estupor de la tarde, el can hambriento de estusiasmos se escabulle hasta las cercanías de Plaza de Armas. En la primera barricada se presiente un desencuentro con la ley.
-Lo vamos a revisar, algo esconde entre esos pelos sucios- le dice el bigote del policía. Perro Mimo enseña los dientes en señal de civismo, pero el uniforme busca una mordida y no lo ve.
-Bueno, con cuidadito nomás, porque así se me han perdido muchas cosas- ladra el can rabioso. El policía quiere pelea ahora, se deshace en furia contenida.
-Ya valiste madres pinche perro, contra la pared, te vas a sacar todo lo que traigas.
-Está bien, pero no se excite demasiado, porque no soy tan facilito- responde el chucho mientras la manos de la ley se resbalan por su entrepierna.
-Ya vete, antes que te madreé- dice el policía al ver la sonrisa perversa en el hocico.
Entre la multitud el can escucha una canción, la única que reconoce de Zoé. Todos cantan menos él. "Estoy viejo ya", piensa sin remordimiento ni falsa modestia. Antes del final el can se larga a consumir la noche inaugural de borracheras.
Al siguiente día el Perro se levanta con el rumor de una visita. "Maravillosa visita desde Italia", se dice con los pelos del rabo erizados y una lamida a la pata izquierda. La Maravillosa visita está en camino. Pero no le impide la nostalgia de un amor antiguo e imposible. Rita Guerrero canta en la capilla de Santo Domingo, la iglesia con mejor acústica de la Nueva España. El Ensamble Galileo degolla santos y vírgenes en su propio territorio. A las largas orejas del can llegan canciones paganas con ritmo sefardí. Ella está hermosa, más hermosa que la última vez que la vio. "Rita, Rita, Rita", grita para sus adentros calcinados (nadie sabe que la presencia del Perro en una iglesia podría desencadenar el Apocalipsis).
Ayer fue la acordeona, la melodía de Celso Piña que hizo tambalear a las pulgas y garrapatas del can hereje. Baile y chuntaros por todas partes, la energía de Celso provocó el descuido de sus patas peludas, que se movían por su propia voluntad. Después: mezcal y más mezcal. "Del bueno pues: Huitzila por favor". Luego la inevitable claridad de sus ojos azules, de su cabello rubio y la nostalgia de la campiña italiana.
-Pronto- le digo para que calme la expectación.

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