viernes, 21 de marzo de 2008

Amanecer de Orquesta

Sorpresas, muchas sorpresas la noche del jueves para el perro andariego. Algunas deplorables, como la lectura de erotismo sin erotismo en el cafecito con nombre de payasos medievales. "Ese fue el detonante", me dice desde su sueño merecido el mimo peludo. La salida fue intempestiva porque las palabras parecían dormidas, cansadas de aparecer ahí. "Jazz fusión salsa", gritó una melodía en la Plaza de Armas, pero nada demasiado emocionante. En eso un mensaje que anunciaba lo inesperado, como un rumor en lo más profundo de su cueva, la que llama hogar. "Sí -se respondió- estoy listo para vagar con ellas". En la puerta del cafecito se planeó la fuga hacia la noche, sólida como gelatina de limón. El viajecito con Rhin y Lima antes de echar más jazz al fuego despertó la expectación del can bravero y su promesa de más viajecitos de embriaguez. Rhin brillaba como siempre, como antes, sin destellos; Lima tiene un rato apagada. Regresaron los tres al Museo Rafael Coronel, donde los ritmos de l´Orkestre des pas perdus resonaron en toda la capilla, invadieron los cuerpos con tanta energía, con tanto viento de su alma irreverente, juguetona con los sonidos, desde ska hasta blues en una sola cadencia e implacable bateria. El mimo impresionado levantaba las orejas y sacudía la cabeza en señal de éxtasis incontenible. El grupo canadiense tocó más de dos horas, doblando el tiempo y el silencio de la noche.
-Vamos a ver el amanecer- le dijo la cada vez más esplendorosa Rhin.
-Por supuesto, ya falta muy poco y todavía hay media botella de vino tinto- respondió Perro Mimo con la lengua seca y morada.
La noche del jueves dejó de ser noche en un camino de Sauceda de la Borda, pero ya había dejado de serlo desde que la Orquesta de los pasos perdidos rellenó sus cuerpos con tanta energía, con tantas experiencias compartidas.
Amaneció con más palabras, compresiones y sorpresas, sobre todo Rhin y su lectura de un cuento perverso sorprendieron al can desmañanado, hasta que lo único que olió fue la sonrisa y el perfume.
-Rhin debe escribir más, tiene pasión- fue lo último que me dijo antes de rascarse las pulgas, dar vueltas alrededor de su manta y echarse a dormir con el sol ya encima, con la amenaza de más y más sorpresas.

Ahí se queda una pequeña muestra de la orquesta.

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