sábado, 3 de mayo de 2008

Aclaraciones innecesarias

Para aprender a volar hace falta un destello, a veces insignificante y espontáneo. El momento se convierte en instante. El Perro desatado se fue husmeando tras Bob Dylan, con la todavía Maravillosa siguiendo sus pasos. Zimmerman se cubrió en un halo de versiones únicas, sin ademanes; pura música en las orejas blueseras, alargadas hasta el piso de cantera. Todo fue un sueño rabioso, un fugaz idilio romano, que se curó entre nubes y edificios, en un sureño parque del DF. Se rascaba el chucho los despojos de caricias sin promesas, saltaba emocionado bardas y avenidas. Nunca se creyó poeta, pero las palabras no hacen a los canes, sino el camino que las lleva y las trae de la garganta. Gramática, semántica y fonética siempre viven juntas, desvergonzadas prostitutas de las identidades, que se contorsionan en los hocicos afilados. Palabra que hace la palabra, pero el ladrido es lo que cuenta, aunque se enoje la Marasma de vasos destrozados en su cama. Egoísta mimo sin máscara, que apedrea ventanas con cebollas, regresa pero no tanto ni tan cerca, porque algunas pulgas brincan alto y dicen dizque vuelan.

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