miércoles, 20 de agosto de 2008

Los Infernales

Es extraño cómo se hacen cosas sin un aparente sentido. De pronto alguien pregunta para qué, por qué y no hay respuesta, y se dejan de hacer cosas, y un blog pierde pertinencia, si alguna vez lo tuvo. Y alguien vuelve a decir: tienes un mes sin publicar nada. Y el mes se duplica, y ahora el Perro dice: lo que sea.
Este preámbulo a la obra de teatro Los Infernales es innecesario, tanto como escribir una obra de teatro. Esta es sólo la primera parte.

Los Infernales

(Fábula en cinco accidentes sin moraleja)

Accidente 1: La instrucción de Leviatán.

(En una azotea invadida por hierbas, plantas y árboles un hombre camina entre la maleza.)

Milon: Todo esto es muy confuso, confuso, onf.…. Cof, grag.

(Una ave mojada aterriza en el hombro de Milon.)

M: Cada día mi tos es más bella, resuena como campana de ignominia en un réquiem hilarante. Esta belleza no se compara con ningún paseo en las hogueras de la ciudad. Mírala, tristona, impotente contra los destellos de tu vuelo, de tu circunvalación aérea por el delicioso cadáver de la humanidad.

Biadeé: ¿Por qué buscas una explicación? ¿No sabes que está prohibido? Que si te llegan a pescar, uhuui.

M: No te lo puedo decir, espero a los soldados, a los nuestros, deben estar por llegar.

(Llueve.)

(Llueve.)

B: No pueden venir aquí, este es un sitio sagrado. Ahora ya no me preocupan los otros; en realidad nunca me ha importado que se descuarticen entre ustedes, incluso es divertido, cuac…, pero sabes que no pueden venir aquí.

M: Venimos porque necesitamos su ayuda, estamos asustados, perdidos (su rostro se compunge)… No sabemos qué hacer.

B: ¿Por qué crees que nos importa?

M: Nosotros siempre los defendimos, hacíamos campañas mundiales para salvar ballenas, para que no comieran carne, pero no nos hicieron caso. Nosotros siempre estuvimos con ustedes. Yo evitaba a toda costa matar algún animal, ni a una cucaracha lastimé, ni ninguno de nosotros.

B: De verdad, bueno, no creo que eso sea un argumento convincente, pero voy a avisarles a los demás, tal vez se compadezcan, aunque en verdad no lo creo. Llevaré tu mensaje.

(Biadeé intenta emprender el vuelo, pero se arrepiente en el último instante.)

B: No puedo, no sé qué me pasa, siento que me voy a caer.

M: Ahí vienen Dober y Tomal.

(Entran corriendo por un pasillo de guirnaldas. Tomal da un salto infinitesimal.)

Dober: Nos siguieron, pero no nos alcanzaron. Los demás no deben tardar.

Tomal (hacia Milon): ¿Ya le dijiste?

M: Ya, pero no puede volar, le pegó un miedo repentino, uno de los ambulantes nocturnos a la caza de un confiado desvelado.

T: Lo he visto antes (Tomal se acerca y examina el ojo del ave), está perdido.

B: Pero no me he acercado a la ciudad, cui…

D: Debemos sacrificarlo, no hay otra forma, además no he comido pollo en años.

(Tomal y Milon prenden una fogata, Dober se aproxima a Beideé, le arranca la cabeza sin destellos de furia, se lo comen mientras esperan a los demás soldados.)

M: Mmm, delicioso, ahora debemos deshacernos de los huesos.

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